“Un corazón festivo y alegre sana como una medicina, pero un espíritu triste agota y deshace los huesos”.

Proverbios XVII: 22

Siempre se ha dicho, y parece de sentido común, que “la risa es sana”. El médico Thomas Sydenham afirmaba en el siglo XVII que “La llegada de un buen payaso ejerce una influencia más beneficiosa sobre una ciudad que la de veinte burros cargados con medicinas”. Existe un auténtico ejército de risoterapeutas que aseguran, como Patch Adams, que “la risa es un antídoto para todos los males”. Se han publicado cientos de libros y artículos sobre el poder curativo del humor, un tema que evidentemente resulta atractivo en los medios de comunicación.

En las últimas décadas, la ciencia médica ha puesto estas intuiciones a prueba, comprobando que efectivamente contienen un núcleo de verdad. Sin embargo, los investigadores también advierten que Patch Adams y los risoterapeutas se pasan, si se me permite la jerga médico-científica, tres pueblos (y sus correspondientes sesenta burros cargados de medicina). 

Efectos curativos

No está demostrado aún que la risa haya curado ninguna enfermedad. Las únicas «pruebas» que existen en este sentido son puramente anecdóticas, pero algunas han adquirido el estatus de leyenda, como en el caso de Norman Cousins. A este periodista le diagnosticaron una enfermedad de los huesos llamada espondilitis anquilosante, que provoca una dolorosa inflamación y la progresiva rigidez de la columna vertebral. 

Insatisfecho con la incapacidad de los médicos para buscarle una solución a su problema, se mudó del hospital a un cómodo hotel y se recetó una dieta de comida natural, vitamina C y videos de películas de los Hermanos Marx. Cousins descubrió que 10 minutos de risa le proporcionaban hasta dos horas de sueño sin dolor. Y, al parecer, con el tiempo se curó de esta enfermedad supuestamente «incurable». 

¿Tuvo algo que ver la risa en esta curación? Es posible, pero también puede ser que el factor crítico no fueran las películas de los Hermanos Marx, sino la vitamina C, algún aspecto de su alimentación, el efecto placebo, la decoración de su suite, la composición química de las tuberías de su ducha, las devotas oraciones de su panadero, los duendes mágicos que habitaban en un bosque cercano…

En definitiva, no sabemos por qué el hombre se curó, ni se ha demostrado empíricamente que la risa frene o disminuya el progreso de la espondilitis anquilosante. Hay quienes dudan, de hecho, de que Norman Cousins realmente tuviera esta enfermedad, y suponen que probablemente sus médicos se equivocaran en la diagnosis. 

Longevidad y salud en general

Sabemos que la gente más optimista es más longeva. Y también la gente que experimenta más emociones positivas. Sin embargo, en el caso del sentido del humor, la cosa no está tan clara. En el mayor estudio realizado hasta la fecha, sus 65.000 participantes rellenaron una medida del sentido del humor y un cuestionario exhaustivo sobre indicadores de salud, pero no se encontró ninguna correlación positiva (excepto en el caso de la satisfacción con la salud). Un estudio posterior del mismo investigador sí encontró una relación significativa entre sentido del humor y mayor longevidad, pero solo hasta los 65 años.

Sin embargo, existen varios otros estudios (uno de ellos el estudio longitudinal más largo hasta la fecha) que, sorprendentemente, han encontrado una relación negativa entre el humor y la salud: ¡las personas que puntuaron más alto en una escala de humor presentaban un cuadro médico peor! Al parecer, esto se debía a una asociación entre el sentido del humor y un estilo de vida más despreocupado que incurría en hábitos poco sanos: fumar, beber, comer en exceso, practicar sexo sin tomar precauciones, etc. O sea, que quizás la gente con un alto sentido del humor tienda a ser gente disfrutona, digámoslo así, y menos prudente que la media.

Esta combinación queda perfectamente plasmada en la figura del humorista y vividor norteamericano P.J. O’Rourke, quien traiciona su salud (física, psicológica e incluso moral) con frases como ésta: 

Nómbrame, si puedes una sensación mejor que la que obtienes cuando tienes media botella de Chivas en el saco, te has metido un gramo de coca por la nariz, y la belleza del asiento de al lado se quita el top mientras que sobrepasas los 160 kilómetros por hora en una calle residencial.

Evidentemente, no todos los «sentidos del humor» valen a la hora de reforzar la salud. Si nos tomamos el cuidado del cuerpo a la ligera o incluso vivimos la vida misma como un juego hedonista y desenfrenado, es probable que cualquier beneficio que obtengamos por reír más se vea contrarrestado por nuestros hábitos nocivos. Por otro lado, ¿es más importante vivir más años o disfrutar más de la vida? He ahí una gran cuestión existencial. 

Reducción del estrés

Lo que sí está demostrado ampliamente, como ya he comentado en otro post, es que el humor puede considerarse un auténtico antídoto al estrés —incluso algo más potente que el ejercicio físico vigoroso según algunos estudios. Por lo tanto podemos hablar de un efecto positivo indirecto del humor sobre la salud. 

El estrés inhibe el sistema inmunológico, un mecanismo de defensa que nos protege de todo tipo de amenazas, y además causa el desgaste progresivo del sistema circulatorio. Por estos dos motivos, no es de extrañar que se asocie a todo tipo de condiciones médicas: resfriados, dolores de espalda, diabetes, apendicitis, infecciones respiratorias, artritis, herpes, problemas de corazón y ciertos tipos de cáncer. 

Mediante el control del estrés, un buen sentido del humor debería en principio prevenir ciertas enfermedades, favorecer la recuperación y contribuir, en definitiva, a una mejor salud. Quizás en el futuro logremos pruebas más directas de esta posible relación.

Beneficios fisiológicos específicos

Numerosos estudios han tratado de comprobar si el humor produce cambios fisiológicos saludables, más allá de la reducción del estrés. Algunos ejemplos: 

  • estimulación del sistema inmunitario
  • reducida sensibilidad a las alergias
  • menor presión sanguínea y otros beneficios para el sistema cardiovascular 

Sin embargo, a pesar del bombo que los medios de comunicación han dado a algunos de estos estudios, que supuestamente prueban que «la risa es sana», en realidad los resultados empíricos en este campo son a menudo contradictorios, confusos o cuestionables.

Por ejemplo, mientras que un estudio ampliamente citado encontró aumentos en la ratio de células T auxiliares-supresoras y actividad de células NK (Natural Killer, destructoras naturales) con la exposición a comedia, otro estudio similar (¡pero menos citado!) no replicó el hallazgo del ratio de células T y encontró una disminución de la actividad de células NK.

Parte del problema es que hasta fecha no ha habido mucha financiación para este tipo de estudios (que suelen ser bastante caros), y los investigadores pioneros se han tenido que contentar con diseños muy deficientes a nivel metodológico: pocos participantes, grupos de control inadecuados y otros problemas.

Esta escasez de pruebas no impide a algunos “risoterapeutas” afirmar alegremente que si ries con la “ja” es bueno para los riñones, mientras que si ríes con la “je” favoreces la digestión y con la “jo” previenes la celulitis. Cada vez que lo oigo me entran ganas de reír con la “ji”, estimulando aparentemente mi glándula tiroides.

Efecto Analgésico

Otro beneficio terapéutico muy concreto del humor es su capacidad para elevar la tolerancia al dolor físico, probablemente por la liberación de endorfinas. En este caso, la observación de Norman Cousins de que la risa tiene un efecto analgésico se ha confirmado una y otra vez. Las personas que escuchan un audio cómico antes de sufrir un dolor son capaces de soportarlo durante más tiempo que aquellas que escuchan otros tipos de materiales. 

Estos estudios indican que el efecto analgésico tarda algunos minutos en aparecer y que puede durar hasta 30 minutos después de haber finalizado el estímulo humorístico. Se trata de un efecto de intensidad leve, ya que en un estudio de campo en un entorno hospitalario se observó que el visionado de películas cómicas reducía las peticiones de analgésicos leves (de tipo aspirina) pero no las peticiones de otros productos más fuertes. También se ha establecido que el efecto no depende de cuánta risa se expresa, sino más bien del sentimiento subjetivo de hilaridad –de hecho, si se intenta exagerar la risa intencionadamente, la tolerancia al dolor disminuye en vez de aumentar.

Curiosamente, el efecto analgésico no se limita sólo al humor y otras emociones positivas, sino que se ha observado también en el caso de emociones negativas. En un experimento, los participantes que visionaron películas trágicas, del horror o desagradables soportaron el dolor al mismo nivel que aquellos que visionaron películas cómicas. Quizás sea un efecto común a cualquier emoción fuerte. En cualquier caso, y teniendo en cuenta los otros efectos positivos del humor, parece más prudente recetar a un enfermo una comedia de Toni Leblanc y Concha Velasco que una película de zombis antropófagos.

Contraindicaciones médicas de la risa

La risa en sí, especialmente cuando se trata de una risa muy intensa, también puede provocar problemas a corto plazo. Cualquiera que haya sufrido un parto por cesárea o una fractura en las costillas sabe que la risa puede ser la peor de las pesadillas. Diversos estudios han identificado posibles efectos nocivos de la risa, especialmente en relación a otros problemas de salud. Puede provocar, en ciertas condiciones, ataques de asma, síncopes y micciones involuntarias («mearse de risa», un problema que para las personas que sufren de incontinencia urinaria no tiene ninguna gracia).

¿Es posible, como suele decirse, «morir de risa”? Existen diversas leyendas históricas de ataques fatales de hilaridad, e incluso algún caso más reciente y mejor documentado, como el de Alex Mitchell, un albañil británico de 50 años que sufrió un ataque incontrolable durante un surreal sketch del programa cómico The Goodies, en el que un gaitero escocés luchaba contra una morcilla maléfica. Y así acabó sus días.

Sin embargo, en casos raros como éste, se desconoce si la risa coincidió con el fallecimiento por casualidad, si fue un factor que contribuyó a acelerar el desenlace final (parece que el Alex Mitchell sufría de una peligrosa condición conocida como síndrome del QT Largo) o si realmente se podía considerar la verdadera «causa» de la muerte, lo cual parece poco probable. No existen estudios serios sobre este tema, pero podemos con toda tranquilidad descartar la risa como riesgo mortal.

Conclusión

Aunque la creencia de que la risa es “sana” está muy extendida, no tenemos pruebas muy sólidas de que sea una cura para “todos los males”, sobre todo en el caso de la salud física. Los beneficios más claros se refieren a la reducción del estrés y la tolerancia al dolor, que tienen una dimensión física, pero también mental.

Y de hecho, quizás sería mejor considerar el humor (sobre todo el humor positivo) como una medicina para la mente, ya que su principal poder es el de contribuir a nuestro bienestar emocional. En ese sentido, Patch Adams y los “risoterapeutas” no se equivocan en absoluto, y de hecho proporcionan sin duda importantes servicios a la humanidad, junto a los clown, los humoristas, los viñetistas gráficos y todos quienes nos ayudan a reír un poco más a lo largo de la travesía de la vida. 


Adaptado de mi libro El sentido del humor: manual de instrucciones. Ver también el libro de Rod Martin, La psicología del humor.

1 Comment

  1. Nadie007 el 25 septiembre, 2019 a las 8:51 pm

    Pues a reirse! no queda más!!!
    mente sana en cuerpo sano!

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