Lo sé.

Se te da fatal.

No hay nada que odies más que esa típica situación.

Después de los postres, en una reunión familiar, o en una terraza con tu pandilla, o peor aun, en una cena de trabajo. 

Sin previo aviso, la pesadilla arranca: alguien cuenta un chiste. Medio de mal gusto, además. Luego, el siguiente se anima. Muy pronto, te va a tocar a ti. No vas a poder escabullirte. Y empieza el sudor frío.

¿Como era el de la pajarería? te preguntas, con el corazón a mil. ¿Ese tan gracioso que contó el Tío Anselmo hace 7 meses en la fiesta de nochevieja? 

Al cabo de unos minutos, te acabas lanzando:

—Estooo… un tipo entra en una pajarería…. y le dice al de la tienda, “¿Me pone un loro azul, por favor?»

¡No, imbécil! te dices, con horror. ¡Lo de “azul” había que decirlo después, no ahora!

Ya la has vuelto a fastidiar. La gente acaba riéndose por compasión. Y vuelves a convencerte que se te da fatal contar los chistes. 

¿Qué ha sucedido?

Bueno, que no cunda el pánico. Llegó el momento de analizar la situación fríamente. Para tu tranquilidad, te diré que en nuestros cursos de Humor Positivo, cuando preguntamos a cuanta gente se le da MAL o MUY MAL contar un chiste, levantan siempre la mano 9 de cada 10. Incluso en Andalucía. Y lo peor del asunto es que nos fiamos de ellos. Tememos que efectivamente, sea así.

Por cierto, como coletilla suelen confesar: “Y además es que, en cuanto me los cuentan… ¡se me olvidan!” 

Asumimos que es también tu caso.

¿Hay solución? 

Sí, la hay. No aseguramos que podamos convertirte en un humorista profesional, pero lo que es seguro es que puedes mejorar. Y mucho. 

Te vamos a contar, de una vez por todas, por qué se te da tan mal contar esos malditos chistes.

En realidad, es muy sencillo:

Así es, querido amigo, o querida amiga. No nos ensayas el chiste. Ni diez veces, siquiera. Ni cinco. Reconozcámoslo: ¡ni una sola vez! Y luego te atreves con el de la pajarería del Tío Anselmo después de 7 meses… ¡Como para luego quejarte de que te sale mal!

El secreto de los chistes es que requieren práctica, porque deben exponerse en un tiempo breve y siguiendo una estructura lingüística muy concreta. Este también es el motivo de que se te olviden enseguida, porque no basta con recordar el sentido aproximado sino que hay que recordar ciertos detalles concretos y en el orden exacto. La memoria humana, por el contrario, almacena el sentido aproximado y no los detalles. 

Un chiste funciona como un engaño. Y para engañar a tu público, lo tienes que tener tan ensayado como los trucos que usan los timadores o los magos.

Prueba la siguiente receta, en plan Arguiñano, y comprobarás que tú también puedes mejorar.

Receta para contar un chiste

Ingredientes

  • Un chiste –a ser posible de los buenos.
  • Un espejo.
  • Una grabadora/cámara de vídeo (opcional).
  • 3 kilos de paciencia.
  • Un poco de picante (solo para algunos chistes).

Instrucciones

  • Apréndete el chiste de memoria, frase a frase, y colócate delante del espejo.
  • Cuéntate tú chiste (si tienes grabadora o cámara de video, grábate). 
  • Vuelve a contarlo de nuevo. 
  • Cuéntalo otra vez. 
  • Y otra. 
  • Y así hasta 10 veces por lo menos. 
  • Ahora, para sazonarlo un poco, prueba distintas maneras de contarlo: gesticulando mucho o poco, rápida o lentamente, con acento francés o sevillano, gritando o susurrando, incluso SIN PALABRAS (solo con mímica y efectos sonoros). 
  • ¿A que al final te sale mejor? (si te has grabado, compara la primera y la última vez).
  • Ahora ya puedes probar con un ser humano de público, a ser posible de confianza.

Enhorabuena. Como premio, aquí tienes un chiste del propio Arguiñano…

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