En nuestro trabajo de formación, nos hemos enfrentado a todo tipo de colectivos: CEOs de agencias publicitarias, dentistas, representantes de agencias espaciales, cooperativas agrícolas, trabajadores sociales. Pero esta semana he realizado un taller con una gente muy especial: la asociación SOLC.

Nunca olvidaré la primera vez, hace unos diez años, que nos llamó esta asociación de familiares y afectados por el cáncer en Alcoy. Para hablarles del humor. Mi primera reacción fue pensar: ¿Como voy a abordar este tema con un colectivo así? La verdad que un poco me asusté. 

Sin embargo, al preparar mi discurso, me sorprendió descubrir que existían en la web colecciones de anécdotas divertidas y chistes relacionados con el cáncer que las mismas víctimas se intercambian –un humor sin duda muy negro, pero que en ciertas circunstancias resulta necesario. Algunos ejemplos:

Y es que aunque, como ya hemos comentado en otro post, es importante diferenciar entre humor positivo y negativo, la línea que las divide no está siempre tan clara. Depende todo del contexto, del momento, el lugar y las personas que lo emplean.

El triunfo del ego

Desafortunadamente, no existen pruebas científicas de que la risa vaya a curarnos ninguna enfermedad, y mucho menos un monstruo como el cáncer. Sin embargo, lo que sí está claro es que el sentido del humor puede ayudarnos a sobrellevar las molestias, los miedos, los dolores y las limitaciones que conlleva esta enfermedad

Decía Freud que la risa (y en especial el humor negro) representa un triunfo del ego, que consigue sobreponerse a cualquier adversidad y reducir los mayores monstruos a ridículos fantoches. Los chistes sobre la quimioterapia, las intervenciones quirújicas y la muerte asociada con el cáncer sin duda son ejemplos llamativos de este principio:

¿Cómo se le llama a una joven que contrae linfoma una y otra vez?

Una linfómana.

En mi conferencia, decidí citar las experiencias de Albert Espinosa, guionista de la película Planta Cuarta, y la serie de TV Pulseras Rojas, que muestran como un grupo de adolescentes se enfrentan al cáncer con todo tipo de bromas, travesuras y salidas “de marcha” por el hospital. Espinosa suele bromear que tiene “un pie en el cementerio” porque realmente enterró su pierna después de que se la amputaron, tras una fiesta en la que invitó a toda la gente que tuvo una relación especial con la pierna –el portero de un equipo de fútbol, una chica con la que hacía “piececillos” bajo la mesa, un compañero de senderismo…

Una gente sorprendentemente alegre

Lo más impactante para mí, sin embargo, fue conocer personalmente a los miembros del SOLC, gente normal que se enfrentaba a circunstancias terroríficas con una valentía sobrecogedora, y con un gran sentido del humor. Me esperaban en el aeropuerto de Alicante Ana y José, dos voluntarios de la asociación que desde el primer momento me acogieron con una gran simpatía y un espíritu alegre.

Para salir del aeropuerto tuvimos una pequeña aventura, ya que no encontrábamos la salida del parking y luego resultó que no habían recordado pagar el billete, con lo cual tuvimos que volver a los cajeros. Durante todo este pequeño incidente estuvimos riendo y bromeando sin parar. Luego, en el camino hacia Alcoy, descubrí que la esposa de Jose había fallecido recientemente, víctima del cáncer. Ana también había perdido a su madre, a su hermana y a varios otros familiares por esta enfermedad, y ella actualmente había contraído también un cáncer de huesos y había sufrido tratamientos como la temida quimioterapia. Nadie lo hubiera dicho. 

Pero es que ellos reivindicaban precisamente una actitud positiva ante el sufrimiento y la muerte, desde su experiencia íntima con estos hechos. Si ya para cualquier persona los problemas y las frustraciones cotidianas pueden ser a menudo difíciles de sobrellevar sin el humor, imaginémoslo para alguien que sufre un problema grave como el cáncer.

Mejor reír que llorar

Jose me comentaba que “Cuando nos reunimos en la asociación, no te creas que estamos siempre llorando y pasándolo mal. Que va, nos reímos mucho. Es lo que más falta nos hace. Por eso queríamos tratar en estas jornadas el tema del humor. Lo último que queremos es que la gente nos compadezca y nos tenga pena. Queremos ser personas normales, dentro de nuestra enfermedad.”

Por su parte, Ana me contó varias anécdotas de cómo empleaba el humor con su familia. Durante una época, tras su tratamiento de quimioterapia, Ana perdió todo su pelo, y se acostumbró a llevar siempre un pañuelo en la cabeza. En una reunión familiar alguien le pidió que sacara toda su “colección de pañuelos”, que era bastante considerable. Así lo hizo, y estuvieron comentando todos los distintos modelos entre risas. Luego se hicieron fotos, cada uno luciendo un pañuelo en la cabeza –menos Ana, que apareció en esta ocasión con su calva al aire.

De vuelta al aeropuerto de Alicante me acompañó Jaume, que descubrí era “linfómano”. Había vivido la clásica vida acelerada de nuestra era del estrés, dirigiendo siete empresas y siempre corriendo de un lado al otro, hasta que el cáncer le hizo replantearse sus prioridades. Ahora vivía la vida día a día y minuto a minuto. Y con mucho humor. “Yo me río hasta de mi sombra,” me decía, y no eran palabras huecas.

Me contaba los dolores, las incomodidades y las humillaciones de sus experiencias médicas siempre con la sonrisa en la boca. “Estás ahí entubao, con la quimio, y dices. ¿Para qué habría ido yo a esa revisión médica? ¡Con lo a gusto que estaba!” Y para Jaume, la experiencia de compartir este humor con los demás, en las reuniones del SOLC resultaba vital: “Cuando ves a alguien con un cáncer avanzado, sin esperanzas de vida, con dolores terribles, pero que a pesar de todo bromea y sonríe, es lo que más fuerzas te da para seguir adelante. Dices, si ella puede, yo también.”

Reírse hasta el final

A lo largo de los años, hemos descubierto que el caso de SOLC no es excepcional. O más bien, que es de una excepcionalidad que se repite en circunstancias parecidas. Recientemente, por ejemplo, se han hecho virales los tuits de un chico cuya madre se rió del cáncer hasta su último aliento. Y además de las obras de Albert Espinosa, se ha publicado un cómic (Historia de mis tetas) y representado un monólogo cómico sobre el cáncer de mama (La teta lisa).

La gente que ha sufrido de verdad es la que más ganas tiene de reírse. De hecho, aunque parezca increíble, hemos encontrado muchas más resistencias al tema del humor entre los altos ejecutivos, por las máscaras de seriedad que tienen que ponerse, y los egos con los que cargan, que entre los pacientes de cáncer. Parece de chiste, pero es la realidad. 


Adaptado del libro Amor y Humor: Las claves científicas de las risas contagiosas, las comedias románticas, el sexo divertido y las locuras de amor.


4 Comments

  1. Adita el 6 julio, 2022 a las 3:25 am

    Hola, estoy contenta de haber encontrado este sitio, se debería difundir más sobre este tema de cómo aprender a reírse del cáncer
    Personalmente yo me he reído del cáncer es más ahora mismo lo estoy haciendo por qué conmigo no puede ya le gané muchos raunds.

    • eduardojauregui el 6 julio, 2022 a las 9:14 am

      Gracias Adita, y enhorabuena!

      • Carola el 21 septiembre, 2022 a las 11:50 pm

        Acabo de ser diagnosticada de cáncer de mama … Y de broma le dije a mi esposo que ahora se podía llevar mis pechos con el y creo q no le gusto …pero elijo reírme de mi situación antes que caer en depresión. Si tengo un humor un poquito negro …pero bueno

        • eduardojauregui el 22 septiembre, 2022 a las 9:15 am

          Enhorabuena por ese sentido del humor de superviviente. No todo el mundo va a entender un humor así, según en qué momento esté. Pero a veces es necesario… 🙂

Deja un comentario