El trabajo en una economía moderna requiere un continuo proceso de aprendizaje y crecimiento: conocimientos profesionales, competencias especializadas, características de las unidades e individuos con las que se trabaja, cambios en el sector y en la economía, innovación tecnológica...
El sentido del humor es un elemento clave del aprendizaje desde la infancia [1]. Aprender cualquier competencia o conocimiento nuevo requiere un proceso de prueba y error, y en este sentido el juego y la capacidad para reírse de los fracasos son fundamentales.
El humor facilita la comunicación, y por lo tanto también la comunicación educativa. Atrae la atención hacia el material didáctico, y reduce las barreras sociales entre el formador y el estudiante.
La disminución del estrés que consigue la risa también facilita el proceso educativo. Según la neuropsicología, el estrés, al preparar el cuerpo para la acción, bloquea la capacidad para el aprendizaje [2].
Además, el humor favorece la memorización y retención de datos. Un formador que inserta elementos divertidos en los puntos claves de una presentación aumenta la probabilidad de que sus estudiantes recuerden la información en el futuro.[3]
[1] McGhee, Paul E. (1979) Humor: Its Origin and Development, San Francisco: W.H. Freeman.
[2] Tamblyn, Doni, (2003) Laugh and Learn. Nueva York: Amacom, pag. 84.
[3] Ibid., pags. 17-30